El tren de la vida

Al escribir estas líneas nuestra intención es trasmitirles la historia que la anima; en realidad son muchas historias que tejen más de 38 años, desde que nació Gerardo, ricos en satisfacciones y experiencias, fruto de los constantes encuentros con “el otro”, es decir, “con mi prójimo más cercano” a bordo del “tren de la vida” en el que todos viajamos; subiendo y bajando en cualquier momento y sin pedirlo.

Con ese “otro” que es nuestra razón de ser, de la suya, de la nuestra;  no podemos ser en la ausencia del “otro”;  su existencia nos interpela, nos grita y nos obliga.

En esta parte del trayecto en el “tren de la vida” uno de los primeros “otros” que se me presentaron fue mi hijo Gerardo con un problema inesperado. Su pérdida auditiva fue un gran dolor que, al día de hoy, todavía late en el fondo de mi corazón. En esta parte del viaje iniciamos el largo trayecto de la oscuridad del dolor y del silencio, a la luz del sonido y del gozo.

En realidad, nunca estamos preparados para estos eventos; vivimos como si el boceto que nos formamos de cómo nos gustaría que fuera nuestra vida se llevara a cabo puntualmente.

Pero, si así fuera, evidentemente no estaríamos hablando de esta vida pues, ciertamente, “Los caminos de Dios son inescrutables”.

En realidad las vicisitudes que encontramos en el “tren de la vida”, en el interior del vagón que nos tocó, dentro de una existencia que suponemos bajo nuestro absoluto control, eventualmente nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra finitud y nos acercan con humildad y reverencia al milagro de la vida.

Y es en ese momento donde empieza nuestra historia. La sentencia: su hijo Gerardo nunca podrá oír y nunca podrá hablar, fue el acicate que nos dio la fuerza para buscar y encontrar la solución más favorable a este problema. Mis estudios de ingeniería, maestría y doctorado, me permitieron acceder al conocimiento de los aspectos de acústica necesarios para la adaptación de los auxiliares auditivos de Gerardo.

Estoy muy satisfecho del éxito que tuve con mi primer cliente.

Gerardo hoy en día, gracias a Dios, es un hombre, que ha descollado en el tenis, en su vida, un hombre sano, que habla y escucha excelentemente bien a pesar de los problemas en su audición.

Con el tiempo nuestra historia de cruzó con la historia “de otros otros” que, al igual que nosotros, vivían abrumados por el peso de no encontrar una solución adecuada a su problema auditivo. Esta red de historias y narraciones nos ha brindado la oportunidad de viajar en un “vagón especial del tren de la vida llamado OTOFON” que le han dado sentido a nuestra existencia y a nuestra actividad profesional como proveedores de auxiliares auditivos.

Ahí nos encontramos con Vale, con Mary, con Claudia, con Gerardo y formamos un grupo cuyo carisma es atender a nuestros clientes con paciencia, con calma, con gusto, estableciendo vínculos de fraternidad y repetir una y otra vez toda la información que necesite siempre con una sonrisa.

OTOFON es la expresión viva de nuestro deseo de ayudar a las personas con “audición limitada” con el cuidado, sensibilidad, atención, profesionalismo y respeto que nos hubiera gustado recibir cuando enfrentamos ese abismo insondable que en su profundidad nos infundía vértigo y la angustia de ser devorados en sus entrañas.

Atendemos a nuestros clientes con especial esmero; los escuchamos y nos hacemos eco de sus gozos, anhelos y esperanzas, así como de su dolor, sufrimientos, tristezas y angustias. Muchas veces no decimos nada; solo estamos “ahí”, acompañándolos.

Deliberadamente nunca usamos la palabra sordo para referirnos a nuestros clientes porque en lugar de calificarlas las reconocemos como personas y tampoco usamos las palabras “paciente o pacientito”, porque no están enfermos; solo sucede que su audición se ha visto mermada.

Tenemos la capacidad técnica y la sensibilidad para ayudarlo a mejorar su capacidad para escuchar con claridad hasta donde nos lo permita su condición auditiva y el avance de la tecnología.

Nuestra mayor satisfacción será poder acompañarlo en su rehabilitación auditiva en este tramo en el que podemos viajar juntos en este vagón del “tren de la vida” que nos tocó y, eventualmente, el día en que nos inviten a descender, podamos decir juntos que hemos “oído y vivido” una vida en plenitud.

A la famosa frase de “El Principito” “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial resulta invisible para los ojos”, yo le agregaría: “… sólo se ve y se oye bien con el corazón; lo esencial resulta invisible para los ojos y los oídos”. El nacimiento de Gerardo y la inconmensurable tarea que implicó ha permitido que muchas personas hayan recuperado el sentido de su existencia y su audición.

Sólo podemos darle gracias a la vida.

Lo invitamos a recorrer juntos el trayecto de la obscuridad del silencio a la luz del sonido.

Con afecto: el equipo de Otofon