El día de hoy, 16 de junio del año 2021, unos instantes después de haber despertado, lo primero que me cruzó la mente fue – ¡tengo que escribir un nuevo artículo para mi blog! – y lo que se me ocurrió fue tratar de escribir algunas reflexiones sobre la pregunta ¿qué es el sonido?
Pero lo curioso fue que fugazmente tuve la intuición de que el sonido que percibimos es una “secreción de nuestro cerebro y de nuestra mente”. Muy probablemente este pensamiento cruzó por mi mente, porque en mi inconsciente habita el libro “Las rutas de la interpretación” de Wolfang Iser, en el que se refiere textualmente a la cultura como una secreción.
En alguna clase del doctorado se me ocurrió expresar esta idea y, por las miradas que me echaron mis compañeros, no me pareció que fuera bien aceptada.
Sin embargo, a través de los años, he ido asimilando la idea, estoy más que de acuerdo con Iser y puedo afirmar que la cultura y el sonido son una secreción de nuestro organismo.
Hablar sobre el tema de la cultura como secreción nos llevaría muchas páginas así que este tema lo dejamos a un lado y Wolfang Iser lo expresa mucho mejor. Así que me voy a concentrar en el sonido como secreción. https://es.wikipedia.org/wiki/Wolfgang_Iser
¿Y qué es una secreción? Bueno, pues una secreción es algo que el mismo cuerpo produce, como el sudor, las lágrimas, las hormonas, los jugos gástricos, los sentimientos, en fin, toda una serie de sustancias que podemos entender como algo que el cuerpo produce.
¿Y por qué digo que el sonido también es una secreción, es decir algo que el cuerpo produce? Pues por la simple y sencilla razón de que afuera de nosotros no hay sonido; el fenómeno del sonido y de la audición para el mismo efecto, es algo que se produce en nuestro cerebro; podríamos decir que el sonido se “construye” en nuestro cerebro.
Para empezar y tomar perspectiva, esta nave espacial que llamamos tierra y que pertenece a un sistema solar dentro de la galaxia llamada Vía Láctea viaja a una velocidad de 217 km/s en el espacio de este universo. Es decir todos nosotros, todo el mundo, todo el sistema solar, viaja a una velocidad de 217 kilómetros por segundo por el espacio.
Hago la reflexión inmediata anterior, para hacernos reflexionar un poquito sobre nuestra pequeñez y, al mismo tiempo, darnos cuenta del milagro que significa la vida y los sentidos de los que ésta se vale para surgir y evolucionar en estructuras tan especializadas como lo son la audición y la vista.
Si en la tierra por alguna razón desapareciera el aire de la atmósfera inmediatamente nos daríamos cuenta porque no escucharíamos nada; el sonido desaparecería. No escucharíamos las pláticas, la televisión, el llanto de los niños, la música del celular, el canto de los pájaros, un perro ladrando….¡no escucharíamos nada!.
Evidentemente tampoco podríamos, entre otras cosas, respirar, pero estoy suponiendo que ese problema y otros relacionados con la ausencia de aire están resueltos.
En otras palabras, el medio por el cual experimentamos el milagro auditivo es por la presencia de la atmósfera en nuestro planeta. Sin atmósfera no escucharíamos nada.
Y la pregunta es: ¿cuál es la relación que guarda el sonido con el aire que nos rodea? Pues yo diría que ninguna a excepción de que, cuando las moléculas en el aire vibran entre si producto de un cuerpo en movimiento, esta vibración mueve nuestro tímpano y ahí se empieza a construir la experiencia auditiva.
Cuando hablamos de los fenómenos vibratorios, estamos hablando de la propagación de una onda, pero necesitamos precisar que queremos decir con esto.
Cuando estamos en un estadio de futbol y vemos la famosa ola pues, efectivamente, vemos que es una ola porque se va trasladando por el estadio hasta llegar a nosotros y, en su momento, nos corresponde pararnos y volvernos a sentar para que la ola siga “aparentemente moviéndose”.
¡Cualquiera puede darse cuenta de que, cuando se produce la ola, yo no me muevo de mi lugar y acabo del otro lado del estadio!. No, claro que eso nunca pasa; lo único que hago es pararme y sentarme y ya; y la ola sigue hasta que la gente se cansa.
Bueno, pues lo mismo pasa con las vibraciones de las moléculas del aire cuando un cuerpo vibra: hay, efectivamente una ola, vamos a llamarla onda, que “describe” cómo las moléculas de aire empiezan a vibrar “en su lugar” y empiezan a colisionar entre ellas.
Si observo con cuidado las olas del mar, voy a ver el mismo fenómeno. El agua no se mueve; lo único que hace es subir y bajar. El que las olas rompan cerca de la playa se explica por otras razones.
Vamos a pensar que tengo enfrente de mi un piano y toco cualquier nota. Se “produce” la vibración de las cuerdas del piano y las moléculas que están junto a esas cuerdas empiezan a vibrar. Pero eso no significa que las moléculas que están pegadas o cercanas al piano se “trasladan” hasta mi oído. No, eso no pasa.
Lo que sucede es que la molécula más próxima al piano empieza a vibrar “en su lugar”, le pega a su vecina, esta le pega a la siguiente y así sucesivamente como una cascada. Las moléculas de aire vibran en su lugar “pero no se desplazan”; lo que si hacen es hacer vibrar a sus vecinas, hasta que esa vibración llega a nuestro oído.
Esta “onda que aparentemente se propaga”, lo hace muy rápido en el aire por lo que nos parece instantáneo, pero es solo eso, parece instantáneo porque viaja a una velocidad de 343 metros por segundo. Es decir si me alejo del piano 343 metros, la vibración de la primera molécula del aire y la que está más próxima a mi oído tardará 1 (un) segundo en “sentirse”, suponiendo que la energía con la que se propaga esa vibración no disminuye.
¿Por qué hago este último señalamiento? Porque en el proceso de que una molécula hace vibrar a su vecina y ésta a la que sigue, se les va acabando la energía, es decir la pila. Es como si me subo a un carro, acelero, llego a una velocidad de 100 kilómetros por hora y dejo de acelerar. ¿Qué va a pasar? Pues que el carro se va a detener poco a poco hasta pararse.
¿Por qué pierde velocidad el coche? Por muchos factores como, entre otros, la fricción del aire enfrente del carro, por la fricción de las llantas en el pavimento, etc. Si no seguimos acelerando y consumiendo gasolina, el carro se va a detener indefectible e inexorablemente.
Eso mismo pasa con la vibración de las moléculas del aire. Pierden energía cuando media una distancia y poco a poco, las últimas moléculas, van a vibrar muy poquito hasta que habrá unas que ya no se puedan mover.
Si estoy de un lado de una avenida y unas personas están platicando en la acera de enfrente, no voy a poder escuchar lo que dicen, porque las vibraciones que producen en el aire sus voces no tienen la energía suficiente para mover las moléculas de aire que están inmediatamente cerca de mi tímpano.
Si cruzo la calle y me acerco, cada vez voy a escuchar más. Nuestra percepción del sonido mediado por la distancia disminuye muy rápido; en realidad disminuye rapidísimo. Rapidísimo quiere decir aquí exponencialmente. Para una explicación detallada ver: http://hyperphysics.phy-astr.gsu.edu/hbasees/Acoustic/invsqs.html.
Resumiendo podemos decir lo siguiente: (1) las vibraciones que produce un cuerpo como tocar una tecla en un piano, necesita de un medio para propagarse como lo es el aire; sin aire no hay propagación de las vibraciones. (2) Lo que vibra en el aire son las moléculas que lo componen y éstas, en su lugar, sin trasladarse empiezan a chocar entre ellas. Repito, las moléculas de aire no se trasladan de un lugar a otro; solo chocan y hacen vibrar a las vecinas. (3) Afuera de nuestro cuerpo no hay sonido; solo hay cuerpos vibrando en el aire y, esas vibraciones que llegan a nuestro tímpano, inician la construcción de la experiencia auditiva dentro de nuestro sistema nervioso. (4) Lo anterior no quiere decir que tenemos bocinas dentro del cerebro; no, lo que tenemos es un sistema nervioso capaz de procesar las vibraciones que llegan a nuestro oído y construir la experiencia auditiva.
Afuera de nosotros no hay sonido; solo cuerpos vibrando. Por eso Beethoven, aunque tuvo un severo problema de audición pudo seguir componiendo, porque el sonido estaba en su cerebro. Así construyó y compuso sus últimas sinfonías y los famosos y bellísimos Últimos Cuartetos entre otras obras.
Si el cerebro es el que construye la experiencia auditiva, para que un recién nacido aprenda a escuchar el lenguaje hablado, tenemos que formatear su cerebro a través de múltiples repeticiones. Los niños con audición limitada necesitan hacer más gimnasia cerebral estimulando su sistema auditivo para poder aprender a oír y aprender a hablar.
Adaptarles auxiliares auditivos a un niño es una condición necesaria para que lo pueda lograr, pero no es suficiente. Se necesita una terapia auditiva que permita oralizar al niño antes de que cumpla 6 años.
En el otro extremo, los humanos empezamos a perder la audición alrededor de los 60 años y necesitamos la misma estimulación, la misma gimnasia para que nuestro cerebro no olvide cómo se escucha y que nuestro lenguaje y nuestros procesos cognitivos no se deterioren. De ahí la necesidad de usar auxiliares auditivos.
Comprender lo anterior es muy importante. No hemos hablado de la fisiología que permite que el cerebro construya la experiencia auditiva. Eso será tema de otro artículo.
De lo que debemos admirarnos es del milagro que representa la audición, es decir la construcción de la experiencia auditiva. Es una verdadera maravilla y es muy triste el maltrato que le damos a nuestros oídos, escuchando música a altos volúmenes que lo único que hacen es destruir los receptores donde inicia este verdadero milagro.
Falta decir que nuestro sistema auditivo no es capaz de captar todos los fenómenos vibratorios que existen en esta realidad. Otros organismos son más sofisticados para escuchar, como los elefantes que oyen fenómenos vibratorios de muy baja frecuencia (muy graves) o los perros y los murciélagos que oyen fenómenos vibratorios en frecuencias muy altas (muy agudos).
Pasa lo mismo con la vista; no podemos construir la experiencia visual en todo el espectro de la luz como por ejemplo en la luz infrarroja o en la luz ultravioleta. Es decir, a pesar de que los hombres nos pensamos en pináculo de la creación, somos organismos muy limitados a excepción del fenómeno del habla que nos permite acceder a otro orden de la existencia.
La conclusión de este texto es de gran relevancia: hay dos mundos o dos órdenes de la experiencia y de la realidad: la que construye nuestro sistema nervioso y la que ocurre fuera de nuestro cuerpo cuando se suscitan fenómenos vibratorios dentro de las frecuencias que podemos percibirlos.
Yo se que es un poco difícil aceptar que no existe sonido fuera de nosotros, pero esta es la real realidad; solo existen fenómenos vibratorios que nosotros interpretamos como sonido inteligibles gracias a que construimos esta experiencia mediante nuestro complejo sistema nervioso. ¿Es entonces el sonido una secreción de nuestro organismo? Pues la respuesta es si; la experiencia auditiva la construye nuestro sistema nervioso en respuesta a los fenómenos vibratorios y solamente en aquella parte del espectro de vibraciones que lo pueden estimular.
¿Si el sonido lo produce nuestro cerebro y está dentro de nuestro cuerpo, las personas oímos lo mismo? Parecería que no y yo pienso que no. La psicoacústica nos dice que dos personas en circunstancias exactamente iguales van a percibir el sonido de manera diferente. La experiencia adaptando auxiliares auditivos nos dice que, personas con idéntica pérdida auditiva, piden adaptaciones diferentes.
¿Entonces, el rojo que yo veo es igual al rojo que ve otra persona? Dado que la experiencia visual también la construye el sistema nervioso, parecería que no vemos el mismo rojo!!!.
Lo que nos dice lo anterior es que el sistema nervioso exhibe una clausura operacional independiente y ajena a los fenómenos que estimulan los sentidos. A esta conclusión llegaron los famosos investigadores y biólogos chilenos Maturana y Varela y lo pueden consultar en su famoso libro El Árbol del
Conocimiento. https://sindominio.net/xabier/old/textos/matvar/matvar.html
Voy a poner un ejemplo. La red telefónica exhibe una clausura operacional en su funcionamiento. Ninguna empresa de servicio nos puede decir si marcamos un número telefónico con un lápiz, con el dedo índice, con el dedo meñique, dando un clic, con un codo, etc. Esa es la clausura operacional.
Todo lo anterior cambia radicalmente nuestra percepción de la realidad y recordemos que todo lo dicho es dicho por alguien, lo cual quiere decir que es muy diferente lo que describo acerca de un fenómeno usando el lenguaje y lo que el fenómeno realmente es. ¡En realidad vivimos prisioneros dentro del mundo del lenguaje!
Bueno, pues aquí los dejo. Espero no haberlos confundido o perturbado, pero estas ideas y esta manera de tratar de entender el funcionamiento de los sentidos y lo que es la realidad han ocupado las mentes de grandes pensadores constructivistas por los últimos 50 años.